jueves, 21 de mayo de 2009

El hombre del instante preciso







Entrevista concedida al periodista Sebastián Sigifrido, de la revista El Vernáculo.




¿Cómo te iniciaste en el fotoperiodismo?
Después de estudiar durante un año fotografía deportiva, organizado por la Unión de Periodistas de Cuba y el Instituto Nacional de Deportes, comencé a trabajar en esta última institución al tiempo que publicaba mis trabajos en la revista LPV, patrióticas siglas que quieren decir: Listos Para Vencer.
Recién había salido del ejército, después de cumplir 3 años de Servicio Militar Obligatorio. Ese “encierro” obligado en una unidad militar, me soltó con una úlcera duodenal y mucha bronca con el mundo. De modo que me tomé esos estudios de fotografía, más que como vocación, como una manera de protegerme a mí mismo para no caer en un estado de desidia y ante el peligro de que me detuvieran y me aplicaran la llamada Ley del Vago, que en esos momentos existía en el país. Ése fue el impulso inicial. No tenía mucha idea de periodismo ni de nada salvo que, con la oportunidad de realizar estos estudios y la posibilidad de trabajar como fotógrafo después, no tendría que romperme el lomo trabajando como jornalero agrícola, algo que ya había hecho siendo apenas un adolescente, o en la construcción u otros trabajos igual de duros. En el instituto de deportes trabajé durante cinco años, cubriendo eventos y competencias deportivas y escribiendo y publicando alguna que otra crónica.

¿Quiénes fueron tus “maestros”? ¿Cuáles son tus influencias?
Tuve varios maestros, pero los dos más importantes fueron Rogelio Moré y Osvaldo Salas. El primero era además pintor. Tenía un sentido de la composición y del manejo de la luz, estrictamente pictóricos. Osvaldo Salas era un fotógrafo que vivió muchos años en los Estados Unidos. Había retratado a reconocidas estrellas norteamericanas del deporte y del cine. Hacía muy buenas impresiones en el laboratorio, además de solarizaciones, muy de moda por aquellos años. Era un constante innovador, era incansable. Pero todo eso no me interesaba tanto de él como las sorprendentes imágenes que lograba tomar de la cotidianidad de la vida.
En cuanto a influencias, nadie puede escapar de ellas. Pero el hecho de trabajar inicialmente la fotografía deportiva, me entrenó mis reflejos, que ya de por sí fueron siempre muy buenos. Con el tiempo empecé a interesarme más por los aspectos formales de la imagen, y mi vista se dirigió entonces, más allá de las tareas dentro del periodismo, a otros asuntos que, creo yo, tienen que ver con la aprehensión de cierta metáfora del instante. Era retratar el acontecimiento con las equivalencias posibles de los elementos que lo integran, con una composición que para mí resultara perfecta.
- En tu forma de trabajar siempre se conjuga la fotografía y la escritura ¿Ello obedece a que la imagen o el texto por si solos no siempre son lo suficientemente esclarecedores cómo quisieras?
Antes te contaré una anécdota: cuando tenía 14 años, leí en tan sólo unas pocas horas y de un tirón, una novela tan alienante y maravillosa a la vez como es Crimen y castigo. Me dejó turulato por unos cuantos días. Con esto quiero decirte que sufro de una compulsión casi enfermiza por la lectura. Fue el primero oficio que aprendí medianamente bien: el de lector. Ad honoren. Pero me sirve de refugio, a la par que a través de ella intento darme otra explicación de la vida. Con la escritura me sucede otro tanto, pero desde la construcción. Escribo la vida como yo la siento. O la imagino. La fotografía es distinta. Hay algo ahí que hay que retratar. Uno debe tener presente siempre eso. Cosas que suceden, que existen. Hay que mirar bien, y captar mejor, parte de lo que acontece en la realidad, con la intención de hallar otros mensajes que subyacen bajo su piel y que, en apariencia, no son vistos. A veces descubro en fotografías que he tomado, otras cosas que no percibí en un primero momento. En ocasiones, personas muy cercanas a mí son quienes hacen estos descubrimientos. ¿Esto qué viene a demostrar? La incapacidad de cualquier arte de representación –y la fotografía lo es, así como la narrativa, y hasta el defenestrado periodismo- de no ser esclarecedor de nada. Hay un amplio margen de subjetividad en todo. Y eso es lo fascinante. No se esclarece nada. Es nuestra mirada que construye algo distinto. No por gusto Albert Einstein es uno de los más grandes hombres que ha tenido la Humanidad. Su Teoría de la Relatividad viró el mundo al revés.

Respecto a la escritura, te has desempeñado tanto en el periodismo como en la literatura y también has incursionado ampliamente en la crónica. En tal sentido, ¿Tienes preferencia por algún género al momento de escribir una historia?
Dentro de la narrativa, prefiero el cuento. Es el más difícil, y requiere de una intensidad que no le hace tanta falta a la novela, que es un género de largo aliento, y más libre. Escribir un cuento medianamente bueno siempre es un desafío. Somerset Maugham sostenía que a toda novela, por muy buena que fuera, le sobran siempre una buena cantidad de páginas. Con el cuento es imposible. No puede tener muchas páginas, y las que tenga deben ser las que requiera. Ni más ni menos.
Del periodismo me gusta mucho realizar entrevistas de personalidad. Pero de todo, lo que más prefiero es escribir crónicas, porque conteniendo una buena dosis de periodismo -que en sus mejores intenciones intentará siempre la búsqueda y revelación de la verdad-, posee a su vez la subjetividad propia de la literatura. Dentro de la narrativa en general, es el género que más se ajusta a la dinámica vertiginosa de la vida.

Dentro del fotoperiodismo te has inclinado por la foto-documental ¿Qué te atrae particularmente de ese registro?
No estoy muy convencido de que mis fotos sean absolutamente documentales. Tampoco sé dónde encasillarlas. Mis compañeros de periodismo solían decir que mis fotos eran muy artísticas. Y algunos fotógrafos dedicados a la llamada fotografía artística, que eran muy documentales. De todas maneras, si tuviera que escoger entre una u otra, me quedaría con la fotografía documental. Es algo más preciso y directo. El concepto de fotografía artística me resulta ambiguo.

Las luchas sociales no te resultan ajenas y esto se refleja con claridad en tu obra ¿Cómo piensas la idea del intelectual comprometido con su tiempo?
Soy un hombre cuya actividad profesional tiene que ver con el mundo intelectual. Eso, en la vida de cualquier persona, es azaroso. Es lo menos importante. Algo que se ajusta al cumplimento de un deseo o una vocación. Pero en primer lugar, y por encima de todo, soy un hombre. Y mi mirada de hombre hacia el poder, es de absoluta desconfianza. Esto, de alguna manera u otra, se refleja en parte de lo que escribo o fotografío. El mundo está sostenido sobre un sistema absolutamente injusto, que es el capitalismo. Y sólo es posible cambiarlo mediante los movimientos populares revolucionarios y que estos, después, no sucumban al poder de un líder absoluto. Hubo intelectuales, los menos, que a lo largo de la historia se comprometieron con las causas más nobles, aquellas que estaban dirigidas a la reivindicación de las clases más desposeídas, los olvidados de siempre. Zola, defendiendo a Dreyfus a finales del siglo XIX; el poeta Miguel Hernández, cuya vida el franquismo quebró en una cárcel. José Martí, que, además de ofrecer su vida por la independencia de su país, escribió un texto fundacional donde reivindica al indio americano, en tiempos en que Sarmiento escribía sobre civilización y barbarie. El inclaudicable Eduardo Galeano. Che Guevara, figura ya mítica devenida en el símbolo esencial de la acción revolucionaria y el pensamiento más progresista del siglo XX. Hoy, en Argentina, reivindico a una figura como Osvaldo Bayer. Y, en forma colectiva, en una escala menos gloriosa tal vez, al movimiento nacional Carta Abierta, en el cual milito desde Córdoba, que sin encolumnarse con el gobierno nacional, le reconoce a éste todo lo positivo que ha hecho, al tiempo que le señala las muchas tareas pendientes, desaprobándole sus oscuridades y errores. Es un movimiento de intelectuales de diversas tendencias ideológicas que desde un espacio común, y salvando diferencias, intenta producir pensamientos e ideas opuestos al discurso hegemónico y vertical de los grandes medios, en la mayoría de los cuales, otra gran masa de intelectuales –a mi juicio salvaguardas del poder de estos últimos y de la oligarquía-encuentran su nicho de acción y pensamiento. Pero en general, los intelectuales son seres narcisistas, por demás insoportables, ovillados en su propio ombligo, adorándose como dioses únicos de sí mismos.

Puede señalarse que el fotoreportero que vivía en La Habana hasta fines de los 90’ y el que hoy está radicado en Córdoba es el mismo... Sin embargo, ¿Considerás que tu trabajo ha seguido una misma línea de continuidad entre Cuba y Argentina? ¿El cambio de “hábitat” trajo aparejado cambios –avances, retrocesos, rupturas, etc.- en algún plano?
No. Mi vida giró en 180 grados. De ejercer un periodismo constante, sin interrupciones, viajando de aquí para allá, a pasar de pronto a un aula y volcar ante una cantidad aproximada de 200 alumnos, mis modestos conocimientos para su introducción a la fotografía periodística. Es otro aprendizaje para mí, debo reconocerlo. Por otro lado, asumiéndolo de manera aún más positiva, puedo dedicar más tiempo a la escritura. Y a la fotografía, pero desde una mirada más rigurosa, ajena a las presiones del periodismo. Y a sus censuras editoriales e ideológicas, que siempre existieron en cualquier lugar del mundo. Hoy más que nunca.
De todas maneras, aun sigo publicando crónicas, entrevistas y reportajes en revistas como Recovecos. He publicado en la Voz del Interior, en Hoy día Córdoba, en publicaciones importantes de la RED, como rebelión.org, y otras. No puede vivir sin hacer periodismo, de una u otra forma. También mantengo mi blog personal: http://www.ternurayrabia.blogspot.com/ y mi sitio web: http://www.tomasbarcelo.com/

La enseñanza es otra de las actividades que desarrollás en Córdoba. La situación de la educación en Argentina no es óptima: la inversión del Estado es escasa, el rol del docente está desvalorizado, los sueldos son magros, ¿Qué te hace continuar con esta tarea? ¿Lo sientes -lo vives- como una vocación?
Mi vocación no es la docencia. Pero siempre me gustó enseñar. Suelo ser muy paciente con aquellas personas que por alguna razón u otra requieren de mí que les enseñe algo que yo sé. Debe ser porque a la vez yo soy un constante demandador de información, y hasta de enseñanza, por mi curiosidad congénita. Siempre estoy preguntando, queriendo saber algo. Intento no quedarme con ninguna duda. Partiendo de esa premisa personal, me siento cómodo entonces con la enseñanza. Y de paso, aprendo enseñando.

Existe una vieja discusión que tiende a enfrentar a quienes defienden la ‘formación académica’ en contra de aquellos que reivindican una ‘formación de oficio’, ¿Se puede “enseñar” a ser fotoreportero? ¿Cuáles son los límites que se plantean?
Las escuelas de comunicación social, donde, entre otras especialidades se forman también periodistas, muchas veces contienen un excesivo academicismo. Es cierto. Tendrían que hacerse ciertas reformulaciones de los programas en las que se busque un equilibrio entre teoría y praxis. El aprendizaje teórico es necesario, hasta muy importante. Pero la práctica lo es otro tanto. De hecho, grandes periodistas de la historia, y otros tantos que hoy ejercen esa profesión, nunca traspasaron las puertas de facultad alguna. No se licenciaron de nada. Yo mismo estudié periodismo muchos años después de tener ya consolidado un prestigio profesional.
Con el fotoperiodismo ocurre otro tanto. La mayoría de los fotorreporteros ejercen el oficio sin haberlo estudiado. Pero con la fotografía, a nivel de academia, ocurre algo desastroso. Las escuelas de comunicación no le conceden el interés que merece. Contienen tan sólo magros programas, con escasos recursos humanos y técnicos. Algo increíble en una época dominada por la imagen cuyo soporte principal es la fotografía. Herramienta importantísima de manipulación de los mensajes, razón por la cual, pienso que desde edades tempranas se le debe enseñar a los niños el estudio de la imagen. Una asignatura cuyo nombre debiera ser sólo eso: Imagen. Debió implementarse desde hace años. Es un lenguaje definitivamente asentado, con su particular gramática de construcción.

Por último ¿Qué consejos les darías a los jóvenes que desean iniciarse o comienzan a transitar la senda del fotoperiodismo?
No soy muy bueno dando consejos. Pero si de algo pudiera servirles a esos hipotéticos jóvenes, les diría que el 90% de la mirada que han de lanzar sobre la vida no debe ser nunca complaciente, dando por hecho de que lo que tienen ante sus ojos puede ser de otra manera y no como aparentemente se muestra. El 10% restante, dedicarlo a otorgarle una correcta composición a lo que ven y accionar el obturador en el instante preciso.

1 comentario:

pernisko dijo...

ahhh, el periodismo, jummm, en busca de la verdad, cual verdad?? si solo hay una descripcion de hechos acaecidos segundos antes, o minutos antes, es todo. pues al verdad absoluta nadie la posee y aquel que la posea no puede describirla porque la demas gente no esta preparada para sentirla, sino que tiene que ser cada quien que la encuentre si es que logra encontrarla en tanta maraña que se ve hoy dia, hasta luego