viernes, 19 de febrero de 2010

No es un virus: es Fidel

Tomás Barceló Cuesta
Hace tiempo que circula un mail por el mundo que, según recomendaciones, no debe abrirse si anuncia la muerte de Fidel Castro, porque se trata de un virus altamente peligroso. Algunos suspicaces piensan que tal virus no existe; que es –hablando en buen cubano- una bola echada a rodar desde las oficinas del Comité Central del Partido Comunista de Cuba para que, en el caso de que verdaderamente suceda el deceso del Comandante, algo que inmediatamente se regaría como pólvora por los cuatro continentes, aquellos que reciban la noticia a través de sus buzones terminarán destinándola a la papelera de reciclaje. Eso le daría unos días de vida más – a pesar de haber muerto- a alguien que, según la leyenda, ha sobrevivido a más de 600 muertes que le preparó la CIA. De ser así, la leyenda alcanzaría ribetes insospechados. Algo así como alcanzar la inmortalidad total.
Una inmortalidad virtual, pero inmortalidad al fin. Que no es poca cosa.
Otro bando de suspicaces piensa lo contrario: que la bola se cocinó en Miami y desde ahí comenzó a rodar por el mundo. Por obvias razones de conveniencias mercantiles, más que políticas: estirar al máximo la vida de su odiado comandante comunista dictador: una vida de oro, gracias a la cual aquellos que un día partieron desde Cuba hacia Estados Unidos hace ya más de cincuenta años, terminaron convirtiendo en un negocio altamente rentable al castrocomunismo.
¿De dónde partió la bola? Nunca se sabe. A estas alturas dudo de que tal virus exista. Lo que parece indicar que Fidel Castro nunca morirá. O al menos seguriá viviendo eternamente en el virtual espacio infinito del ciberespacio.